Contaminación: causas y consecuencias
La contaminación del aire, del agua o del suelo, por ejemplo, son los responsables del calentamiento global pero, ¿cómo se explica esto?
Antes, tenemos que tener muy claro el significado de contaminación. Entendemos por contaminación la presencia de agentes —físicos, químicos o biológicos— en un medio que hacen que este sea inseguro y/o nocivo tanto para el medioambiente como para la salud de las personas. Digamos que la contaminación es un fenómeno que altera el estado natural del entorno.
Las causas que provocan la presencia de estos agentes contaminantes y que, por tanto, transforma el entorno convirtiéndolo en perjudicial para salud, normalmente, son derivadas de la acción humana.
Dependiendo de donde se de esta alteración, la contaminación puede afectar al suelo, aire o agua, principalmente.
Contaminación del aire
Según Greenpeace, la contaminación del aire —también denominada contaminación atmosférica— es la responsable de 33.000 muertes prematuras al año en nuestro país.
La causa principal de la contaminación del aire es la presencia de partículas nocivas —en forma de gases, habitualmente—. Y los responsables de estas emisiones de gases, comúnmente llamados gases de efecto invernadero (GEI) son el transporte masivo por carretera y la industria que emplea la quema de combustibles fósiles como el petróleo, carbón o gas para el desarrollo de su actividad.
La acumulación de estos gases presentes en la atmósfera han provocado fisuras en la capa de ozono, originando así el calentamiento del planeta y, por ende, el cambio climático.
Así, la consecuencia inminente de la contaminación atmosférica en la salud de las personas es la aparición, con mayor frecuencia cada vez, de enfermedades respiratorias que en muchos casos acaban provocando la muerte.
Contaminación del suelo
La contaminación del suelo supone una pérdida de calidad de la tierra que puede provocar su infertilidad amenazando así la seguridad alimentaria.
Entre las causas de esta contaminación podemos encontrar la agricultura masiva que emplea pesticidas u otros productos químicos y que somete el terreno a la producción a gran escala esquilmando sus nutrientes así como el sobrepastoreo de la ganadería. Pero también el vertido de residuos industriales —al igual que contamina el agua—, urbanos, ganaderos y agrícolas, tiene culpa de la degradación del suelo.
Las consecuencias de un suelo contaminado son productos contaminados que al ingerirse pueden afectar a la salud humana pero también escasez de alimentos debido a la infertilidad de la tierra.
Además, la contaminación del suelo tiene efectos en otros medios como el aire o el agua almacenada. La falta de plantas reduce la absorción de CO2 de la atmósfera o la contaminación del agua reduce las reservas potables aptas para el consumo.
Ya lo dice la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura: “unos suelos sanos son la clave para la seguridad alimentaria y para un futuro sostenible. Ayudan a mantener la producción de alimentos, a mitigar y adaptarse al cambio climático, filtrar el agua, mejorar la resiliencia ante inundaciones y sequías y mucho más”.
Contaminación del agua
No hay un tipo de contaminación más importante que otra ya que todas acaban teniendo graves consecuencia sobre todo en la salud de las personas pero la polución del agua, nuestro recurso más valioso, pone en grave peligro la supervivencia.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el agua contaminada es la que su “composición ha sido modificada de modo que no reúna las condiciones necesarias para el uso que se le habría dado en su estado normal”.
Las causas de que el agua se convierta en no apta para su uso humano son varias, entre ellas encontramos la siguientes:
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Vertido de desechos industriales: pese a las normativas existentes respecto a la gestión de residuos derivados de la industria, el tratamiento de estos no siempre es el adecuado y acaban vertidos en suelos o directamente en ríos, contaminando así el recurso hídrico.
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Elevadas temperaturas: el aumento de las temperaturas por el calentamiento global también influye en el agua. Este incremento hace que el agua reduzca su cantidad oxígeno alterando así su composición. También, el CO2 emitido por la actividad industrial, entre otras, es absorbido por plantas y océanos provocando la acidificación de estos últimos y modificando así el PH y perjudicando la vida animal. Ejemplo de esto es lo que ha sucedido recientemente en el Mar Menor, donde los peces se quedaron sin oxígeno y aparecieron muertos a orillas del mar.
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Uso de químicos en la agricultura: el empleo de pesticidas en la agricultura contamina suelos y, por ende, el agua almacenada al filtrarse.
La consecuencia más directa de este problema es la pérdida de agua apta para el consumo. Según la ONU, “la escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial y se prevé que este porcentaje aumente”. Si esto ya es así, con la continua degradación del agua accesible cada vez nos encontraremos con más dificultades para acceder a ella.
También, aunque menos frecuente, el vertido de combustibles como el petróleo puede provocar toda una catástrofe como ya ocurrió con el Prestige.
Ya estamos asistiendo a estos efectos y conociendo el estrés hídrico (demanda de agua superior a la cantidad disponible), fenómeno que afecta a tantos países que existe un ranking mundial de los más afectados y que puedes consultar aquí.
La buena noticia de todo esto es que el fenómeno de la contaminación se puede evitar aplicando las medidas oportunas y teniendo en cuenta que al final, siempre acaba teniendo efectos en la salud humana.
La contaminación del aire, como hemos visto, es la responsables de enfermedades respiratorias en humanos; la contaminación del suelo amenaza la seguridad alimentaria y acaba afectando a los alimentos que consumimos y la contaminación del agua reduce la cantidad potable de este recurso imprescindible para la vida.