El confinamiento vivido ha dado un respiro a nuestro planeta, reduciéndose considerablemente la contaminación en aquellas ciudades donde había alcanzado niveles poco recomendables. Barcelona, Madrid y Sevilla, por ejemplo, lograron mínimos históricos cuando la pandemia se apoderó de nuestro país.
Pero, ¿hemos aprendido algo al respecto? Las emisiones de gases a la atmósfera han vuelto a dispararse, demostrando así, que la transición energética debe acelerarse y aplicar medidas contundentes al respecto si se pretende lograr los objetivos energéticos europeos de conseguir una economía completamente descarbonizada para el año 2050.
Es así como llegamos al hidrógeno verde, una alternativa prometedora para evitar la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) y con diferentes aplicaciones en aquellos sectores que hoy utilizan combustibles contaminantes.
El hidrógeno no es un elemento nuevo, está presente en la naturaleza y desde hace décadas se ha utilizado como combustible pero ha sido recientemente cuando se ha convertido en una alternativa sostenible, en una energía limpia.
Este elemento no suele encontrarse en estado libre por lo que hay que separarlo de otras fuentes como agua, carbón o gas natural, por ejemplo. Es mediante la electrólisis del agua que se obtiene el hidrógeno verde.
Este método emplea la corriente eléctrica generada a partir de fuentes renovables —para reducir la contaminación— para separar el hidrógeno del oxígeno contenido en el agua.
La ventaja principal es su sostenibilidad. Al generarse a partir de un proceso renovable no emite gases contaminantes ni durante su producción ni en su aplicación. También encontramos los siguientes beneficios:
Sin duda, el hidrógeno verde, ha llegado para protagonizar la descarbonización de aquellos sectores en los que resulta complicado dejar de utilizar los combustibles fósiles tradicionales —y contaminantes— como la gran industria, el transporte pesado, el marítimo o la aviación.